MAR FLORES Y NURIA GONZÁLEZ, GUERRA ABIERTA

Dicen que el pasado siempre vuelve. Viajemos en el tiempo a una historia de traiciones, lujuria y poder, que bien podría formar parte de cualquier bestseller de Danielle Steel. Corrían finales de los años noventa cuando Mar Flores y Nuria González eran íntimas, se subían juntas a la pasarela Cibeles y paseaban trasnochadas por zonas vip. Mar olvidaba a su conde italiano esquiando con Fernández Tapias, pero una escapada a Roma con Lecquio la situaba en el ojo del huracán, tiraba al traste su carrera y le cerraba las puertas de la élite. Después vendría su intento por encajar en los palacios de los Alba, su escarnio público y su vuelta a los brazos del que hoy es su marido. Mientras tanto, Nuria aprovechaba la coyuntura y se iba a los toros con Fefé, que la metía en la nómina de las Campos como experta en moda. González alardeaba de buenos modales a dos bandas, por las mañanas en el corrillo de la madre y por las tardes en el magazine de la hija. La amistad de las dos maniquíes se convertía en una dura competición por triunfar, ocupar listas de estilo y ser invitadas a recepciones de alta alcurnia. Ya cada una por su lado, la de Usera formaba familia numerosa con Javier Merino, y su contrincante fletaba cuatro aviones privados para jurarle amor eterno a uno de los hombres más poderosos del reino ante los ojos de lo más granado de la política, la aristocracia o las finanzas. Nuria dejaba los platós para navegar con Gallardón, ir de shopping con Cari Lapique, y contarle sus secretos a Terelu, pero cada mañana se transforma en un vía crucis cuando se topa con Mar en el ´British Council´. González hace de tripas corazón y desahoga con su madre, diputada popular por Palencia, su hermana, aspirante a novia de Carlos Herrera, y su tropel de escoltas. El combate llega a su clímax, según cuentan, cuando las Yébenes piensan en Mar como imagen de su línea de potingues. Nuria recurre al yoga para pasar el trago, pero su orgullo soberano la lleva a levantar el teléfono y hacer que las gurús de la belleza rompan el contrato y la sustituyan in extremis por Tamara Falcó, más cristiana y más llevadera. La señora que mueve los hilos del Real Madrid y de la Cámara de Comercio desde la sombra se sale esta vez con la suya, y la mujer de Merino mira hacia otro lado, pone dientes y se da un baño de multitudes en ´Fortuny´, que para eso es la jefa. Parece que Tapias no perdona, Nuria no olvida y la jet está dividida. Continuará...