20 marzo 2015

¡DILE AL MIGUE QUE TE COMPRE LA MALETA!


Mientras media España no pega ojo consultando con la almohada viscoelástica si el Migue le habrá comprado o no la maleta a la Andrea, servidor llena macutos y cajas de cartón para ir con las varietés a cuestas a otra parte. En ésas estoy, inmerso en un universo ciclotímico de emociones, que lo mismo me da por pasar el mocho como si no hubiera un mañana, que por dejarme las cuerdas berreando los hits de Paulina Rubio. Me reconforta saber que por estos mundos todo sigue en su sitio y que donde quiera que vaya, os sentiré cerca. La blogosfera va a terminar siendo como la casa de Gran Hermano, por eso de que todo se magnifica y la convivencia con desconocidos va más allá de un feedback dos punto cero. Aprovechando un chute de wifi a la espera de que el camión transporte mis trapos, libros viejos y potingues varios, me dispongo a repasar los últimos avatares para no perder la costumbre; los ajenos y los propios. No hay mejor terapia que compartir tus alegrías y tus debilidades con los demás. Volviendo a Guadalix, qué me decís de la inminente final del concurso. Quizá os echéis encima sin piedad si me declaro belenista, pero lanzo una pregunta: ¿acaso me queda otra opción? La respuesta es clara. No. Vaya por delante que la Esteban es la antítesis de los buenos modales, la cultura, las inquietudes, el crecimiento personal, la capacidad de autocrítica, la empatía, bla bla bla. Vale que Belén no resulta estéticamente agradable de ver, ni de escuchar, ni siquiera de tenerla echándose la siesta en el sofá de al lado, pero es indudable que es el alma del reality. Llevamos, y me incluyo, matándola en persona y personaje desde que salió escaldada de Ambiciones, y ahí sigue la tía. Ni las Campanarios, ni la ruta del bakalao, ni el Defensor del Menor han logrado amilanar el fenómeno Belén, experto en reinventarse en cuerpo y alma una y otra vez. Podría decir que Belén es tan cateta y primaria, que resulta maravillosa y la terminas queriendo. Escucharla hablar de Jesulín, de la Mariví o de los diez euros la hora que cobran las chicas de servicio en Paracuellos del Jarama, reúne cada semana a millones de espectadores frente al televisor, y la plana mayor de Mediaset es incapaz de frenar algo que llena sus arcas por segundo. Ni siquiera la campaña en detrimento que capitanean sus compañeros de Sálvame es suficiente para que los súbditos de la princesa le den la espalda y se dejen los duros por colocarla en el podium, de dónde terminará saliendo con el maletín en la mano y rumbo a Benidorm, porque está agotada de la tele, dice ella. ¡Angelito! Y lo que te rondaré, morena. De Belén en Guadalix paso a los Pantoja, esa familia que no nos quitamos de encima ni con agua caliente y que también dan con los huesos en cualquier foso con una cámara hacia su persona. Con la matriarca en prisión, sus polluelos se han propuesto hacer caja y pagar pufos sin miramientos. Si Kiko ha bajado el ritmo de vida y pincha discos por un plato de lentejas, su querida prima, aspirante a tonadillera, se despelota a lo 50 Sombras en una revista y habla sin tapujos de sus artes amatorias de una forma tan soez, que ni la mismísima Esteban con el azúcar por las nubes. Para elegante ya está Chabelita, la eterna it girl cantoril afincada en Notting Hill, que entre clases de inglés y horas de zumba, se deja caer por Madrid para ultimar la letra pequeña de un contrato que la llevará a Honduras a pasar penurias, pasear biquini y deleitar a su país con su desparpajo y don de palabra. Qué poco han aprendido de la Pantoja. Lo bueno de que esté de vuelta más pronto que tarde, es que nos quitaremos un poquito de en medio a toda la generación de paquirrines. Dios me oiga. Hasta pronto, queridos míos.