03 diciembre 2015

LA FORTUNA DE LA ESTEBAN, EN PARADERO DESCONOCIDO


Se ha hecho de rogar, pero ha irrumpido con fuerza y arrasando con todo. Hablo del invierno, esa estación puñetera que he estrenado en horizontal, con la ojera en sepia y el cargamento de antibiótico adornando la mesilla de noche. Con los radiadores echando humo y la doble manta al cuello, me dispongo a escribir estas líneas antes de dejarme arrastrar a los barros en los que hace la croqueta mi estimada Terelu, que semana sí, semana también, ocupa portadas a propósito de sus propios cebos en prime time.  La pequeña Campos ha vuelto a compartir con todo bicho viviente la hecatombe personal y profesional que atraviesa desde los años que reinó Carolo, aquella época dorada en la que se movía entre el wonderbra y el maromo de turno, en la que las vacas eran muy gordas y las noches de La Moraleja muy largas, las procesiones de Semana Santa muy rentables y las fiestas de cumpleaños un bodón gitano. Terelu atraviesa sus horas más bajas y se siente vieja, fea y gorda (sic.). Tanto, que ni el Camu Camu ni el Halibut miniminizan sus penas, ésas que ahoga cada noche entre amigas y copas de balón, con chófer a la puerta y un par de asistentas con la cofia en lo alto que le hacen los honores cuando decide retirarse a su alcoba de Aravaca. Así transcurren los días más negros de Terelu y así nos lo cuenta ella misma, mientras su madre vive su tiempo más feliz y planea mudarse a un adosado con Edmundo, Bigote para la plebe, en cuanto se deshaga de su patrimonio inmobiliario por el módico pellizco de unos seis millones de euros. Quién sabe si le caerá algo a la niña de sus ojos. El ocaso de Terelu se queda en una simple anécdota si hacemos una comparativa con la situación de su compañera de meriendas. Belén Esteban vuelve a primera línea de actualidad y los responsables de Mediaset se frotan las manos para gestionar la bomba que les hará cerrar el año líderes. Una vez más, la estrella de Belén brilla con fuerza y, lejos de apagarse, rellena la parrilla televisiva sine die con su última traición, la de su mano derecha, repre, amo de llaves y amigo del alma, Toño Sanchís. El melenas con pinta de bonachón y discurso aprendido en Ceac podría ser un lobo con piel de cordero que comience a cavarse su propia tumba. Los hechos se remiten al pasado verano, cuando supuestamente y siempre según la versión de la de San Blas, un desajuste en sus cuentas la llevaron a encargar una auditoría. Reunidos sus jefes, gestores y abogados, habrían llegado a la conclusión de que Sanchís no sólo habría movido con torpeza las cuentas de la Esteban, sino que habría metido la mano en dinerillo, comisiones e intervenciones televisivas a espaldas de su gallina más productiva. “Yo era el representante y él era el artista”. Así define la traición la rubia, y así comienza la última tragedia de la temporada, una historia oscura que se debatirá en los tribunales y que todo el país juzgará popularmente desde el sillón y a pierna suelta. Suerte, princesa, y al toro.