Se
ha hecho de rogar, pero ha irrumpido con fuerza y arrasando con todo. Hablo del
invierno, esa estación puñetera que he estrenado en horizontal, con la ojera
en sepia y el cargamento de antibiótico adornando la mesilla de noche.
Con los radiadores echando humo y la doble manta al cuello, me dispongo a
escribir estas líneas antes de dejarme arrastrar a los barros en los que hace
la croqueta mi estimada Terelu, que semana sí, semana también, ocupa portadas a
propósito de sus propios cebos en prime time.
La pequeña Campos ha vuelto a compartir con todo bicho viviente la
hecatombe personal y profesional que atraviesa desde los años que reinó Carolo,
aquella época dorada en la que se movía entre el wonderbra y el maromo de
turno, en la que las vacas eran muy gordas y las noches de La Moraleja muy
largas, las procesiones de Semana Santa muy rentables y las fiestas de
cumpleaños un bodón gitano. Terelu atraviesa sus horas más bajas y se siente
vieja, fea y gorda (sic.). Tanto, que ni el Camu Camu ni el Halibut miniminizan
sus penas, ésas que ahoga cada noche entre amigas y copas de balón, con chófer a
la puerta y un par de asistentas con la cofia en lo alto que le hacen los
honores cuando decide retirarse a su alcoba de Aravaca. Así transcurren los
días más negros de Terelu y así nos lo cuenta ella misma, mientras su madre
vive su tiempo más feliz y planea mudarse a un adosado con Edmundo, Bigote para
la plebe, en cuanto se deshaga de su patrimonio inmobiliario por el módico
pellizco de unos seis millones de euros. Quién sabe si le caerá algo a la niña
de sus ojos. El ocaso de Terelu se queda en una simple anécdota si hacemos una
comparativa con la situación de su compañera de meriendas. Belén Esteban vuelve
a primera línea de actualidad y los responsables de Mediaset se frotan las
manos para gestionar la bomba que les hará cerrar el año líderes. Una vez más,
la estrella de Belén brilla con fuerza y, lejos de apagarse, rellena la
parrilla televisiva sine die con su última traición, la de su mano derecha,
repre, amo de llaves y amigo del alma, Toño Sanchís. El melenas con pinta de
bonachón y discurso aprendido en Ceac podría ser un lobo con piel de cordero
que comience a cavarse su propia tumba. Los hechos se remiten al pasado verano,
cuando supuestamente y siempre según la versión de la de San Blas, un desajuste
en sus cuentas la llevaron a encargar una auditoría. Reunidos sus jefes,
gestores y abogados, habrían llegado a la conclusión de que Sanchís no sólo
habría movido con torpeza las cuentas de la Esteban, sino que habría metido la
mano en dinerillo, comisiones e intervenciones televisivas a espaldas de su gallina
más productiva. “Yo era el representante y él era el artista”. Así define la
traición la rubia, y así comienza la última tragedia de la temporada, una
historia oscura que se debatirá en los tribunales y que todo el país juzgará
popularmente desde el sillón y a pierna suelta. Suerte, princesa, y al toro.
La verdad es que no sigo a Belén, nunca me ha gustado y rara vez veo Salvame, pero si ha ganado un dinero es una mala jugada que su representante si es así no le haya llevado bien las cosas y además se haya quedado el dinero. De Terelu no sé nada porque no sé que le pasa, pero con la enfermedad que desgraciadamente ha tenido si los análisis le van saliendo bien debería de estar contenta por eso y darle menos importancia al haber cogido unos kilos seguramente producidos por la cortisona que le deben haber dado, que es algo muy serio!!!!!
ResponderEliminarUn beso Álvaro
ResponderEliminarLa Terela que se siente gorda, pues claro, siempre fue un pipotin y ahora un pipote maduro. El Bigote no sabe donde se mete. De la Esteban no quiero hablar porque no hay donde atecharse, siempre fue fata pero parece que eso vende! Un besin.
http://www.solaanteelespejo.blogspot.com.es/
que fuerteeeeeeeee!!
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