Son
tiempos de comunicarnos por WhatsApp, de hacer la compra desde el metro y de
pillar cacho con un selfie en paños menores. Es el mundo al revés para casi
todo. Las reinas de corazones siguen siendo las mismas y ninguna it girl de medio pelo termina de
conseguir bajarlas del pódium. Hablo de las dos Isabeles, Preysler y Pantoja, number one sempiternas del cuché e
historia viva de esta España tan nuestra y tan baja de defensas últimamente. En
la pretemporada de tetillas al sol, posados-pactados, bodas, bautizos y
comuniones varias, sólo ellas se llevan la palma. Por distintos motivos, pero
en la picota una vez más, y lo que te rondaré, morena. Pantoja, de profesión
tonadillera y matriarca de ninis, reunía a todos los medios de comunicación y
era jaleada cual concierto en Sudamérica al hacer el primer paseíllo en
libertad. Tras seis meses con la coleta a la sombra, Maribel se marcaba un
dientes dientes con todas las de la ley, nunca mejor dicho. Cabeza erguida,
look rojiblanco y bandolera customizada por ella misma en un taller de costura
de Alcalá de Guadaíra, la cantante lanzaba besos al aire y dejaba patente, por
si había alguna duda en el aire, y matando los rumores de aquella esquina, que
queda Pantoja para dar y tomar, que sale reforzada, con unos kilos de más y convencida
de que su condena no es más que el caro precio de la fama. Al otro lado de la
península, y envuelto en papel dorado, salía a la luz el penúltimo bombazo de
la Preysler. Nueve meses después de despedir a su tercer marido, la filipina
ocupaba su portada de cabecera junto a su nuevo amigo especial. La noticia daba
la vuelta al mundo y Preysler-Vargas Llosa se convertían en cuestión de minutos
en la pareja más comentada del momento. El entorno de Isabel cerraba filas al
tiempo que la aún esposa del Nobel hacía llegar un comunicado en el que,
hablando en plata, se deducía un “¿Pero
qué invento es esto?”, que diría Sarita Montiel a pie de juzgado y con el
cubano al hombro. Cuenta la consorte en primera persona que su matrimonio va
viento en popa, y que recientemente celebraron por todo lo alto sus bodas de
oro. Un jarro de agua fría para Preysler, que teje la telaraña de este folletín
en el salón de Puerta de Hierro a la espera de que pase la tormenta. Esto no es
nuevo para ella; todas sus relaciones han sido cuestionadas, su reputación
vapuleada y su imagen en el show bussiness
reforzada. El Ferrero secreto de
Isabel es un misterio, y lo continuará siendo, si el ¡HOLA! quiere, por los
siglos de los siglos. Y amén.