30 octubre 2015

MAKOKE, PRIMARK Y LA CIRUGÍA LOW COST

Viernes. Después de seis meses de retiro, pongo un pie en Madrid y redescubro la gran ciudad a lo Paco Martínez Soria. Me revuelvo con algunos cambios: mi chigre de la esquina es una tienda de comida ecológica, mi frutería una peluquería china, y el garito donde una vez fui víctima de una sesión de radiofrecuencia que me dejó un desnivel importante entre el pómulo derecho y el izquierdo ahora organiza reuniones para captar a nuevos Testigos de Jehová. Es lo que viene siendo Madrid, un epicentro de oportunidades que lo mismo te da una torta a dos manos cuando llegas, que te pellizca y se resiste a que te largues cuando se apagan las luces de la fiesta y ya nadie te saca a bailar. Madrid engancha y la OMS debería costear un par de BlaBlaCar al año que incluyan paseo por la Gran Vía, habitación con baño y tarifa plana de mojitos en Malasaña. En este regreso al pasado más reciente, me reafirmo en que los pitillos están causando estragos (los pantalones, no los canutos, que también), y lo que te rondaré morena. La moda hipster (subcultura absurda donde las haya) de me sobran tres tallas arriba y me faltan abajo siguen instaladas en la zona comercial y en parte de la periferia. Mi propia madre, que es una visionaria, ya relaciona el petazo de los vaqueros con la infertilidad de los jóvenes españoles. Ahí lo dejo, quizá no sea ninguna tontería. El caso es que, pitillo arriba, pitillo abajo, en este momento no eres absolutamente ni el tato, más bien un mindundi, si no cargas media docena de bolsas de Primark en cada mano mientras miras al infinito de Fuencarral y agitas el tupé perfectamente organizado con premeditación, nocturnidad y alevosía. Ya que he metido la puntita, allá voy. Sí, señores, aquí el que les habla ha sido uno de los que desafió a la gravedad y se jugó el tipo por corretear en el huevillo de oro del mítico número 32 del Grupo Prisa. El mismo que un día curró día y noche en el mismo edificio y juró que nunca volvería a sufrir agorafobia por hacerse con un trapo low cost, pecó como el resto de los mortales y se metió hasta la cocina bolsa al hombro. La experiencia ni fu ni fa, un recorrido entre morralla, morralla y más morralla, en el que si los astros se alinean, puedes toparte con la prenda estrella de la colección, y ya si tu talla está disponible, para qué queremos más, ¡es tu día de suerte! ¡tu mes! ¡tu año, qué coño! Paso por caja número 8 y cuando abandono el local, me arrastro hasta la primera cervecería de turno para coger aire, zamparme un ansiolítico y repasar la broma que ya me han cargado a la cuenta. Uno que es un pelín masoca, va y decide leer opiniones, artículos y foros acerca del boom #primanía que causa furor, ataques de ansiedad y tirones de pelos entre gran parte de la sociedad. Me encuentro generalmente con topicazos que nos remontan a niños de Bangladesh cosiendo en condiciones infrahumanas y en los que fomentamos esa basura. Al otro lado, otros barren para casa y se excusan en que nuestra propia sociedad nos ha empujado a consumir ese tipo de producto y caer rendido a una oferta a la que no nos podemos resistir, casi siempre, porque no nos queda otra y la cartera manda. Conclusión: quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. El mundo no lo manejamos los que nos dejamos el sueldo en un Zara, un H&M o un Caprabo.

Sábado. Pasadas las doce, me esperan en mesa redonda E., JK., y toda la comitiva. Con los besos repartidos y el “Cuánto tiempo sin verte” correspondiente, surge el tema de la noche: los retoques estéticos. Podría haber fluido porque sí o haber sido una simple consecuencia del gintonic, pero había una razón de peso. No una, sino varias. JK., muy a su pesar de que yo lo esté vomitando en esta humilde columna, había pasado por boxes y tal acontecimiento no se podía pasar por alto. Hablamos unos encima de otros, preguntamos, debatimos varios decibelios por encima de la música, y terminamos echando mano a la carne. Que si un abroche de orejas por aquí, que si una nariz chata por allá… El momento cumbre de la jornada llegó cuando JK., sin despeinarse, soltó por esa boquita que Dios le dio y un futuro cirujano plástico le rematará: “La técnica que más se utiliza ahora mismo en mi país es la de ponernos los ojos como los tuyos, por ejemplo. Será lo próximo que haga”. Atónito respondo: “¿Los ojos cómo? ¿Redondos, quieres decir?”. “Noooo, hombre, claritos. Te hacen un trasplante de córnea y eliges el azul que más te guste”. Las carcajadas resonaron sobre los bafles y decidimos irnos con la música a otra parte.

Miércoles. Ya en casa, me pongo al día con la colada, los correos sin responder y la compra semanal. Entre medias, enciendo la televisión y echo un vistazo a las revistas del colorín. Nada reseñable, ni en un sitio ni en el otro. Preysler más planchada de lo habitual confesando que ya planea boda (y van cuatro) con el Nobel degollado; Pedroche y el chef de la cresta casándose en el trastero de su casa en zapatillas, vaqueros y con la exclusiva pactada previamente, y un nuevo elemento en el universo Sálvame, un animalillo al que despellejar y echar a los gatos de Karmele convertido en fiambre. Hablo de Makoke, ese mujerón que habla poco y mal pero que luce pierna como nadie. La bendita ha fichado por el programa para cubrir la enésima baja de su chico (ella le llama marido), léase Matamoros (Coto no, el otro). La chica, menos rubia que antaño, pero con la misma comprensión oral que cuando removía bolas en el Telecupón de Carmen Sevilla, aguantó estoicamente a la banda de enfrente, cargada hasta las cejas de cañones y repartiendo a diestro y siniestro sin piedad. Encabezando el eje del mal al que hasta hace bien poco también pertenecía Matamoros, estaba Mila Ximénez, la señora que mata moscas a cañonazos y que lo mismo compartía mesa y mantel con la susodicha, que se desgañita ahora como si no hubiera un mañana defendiendo máximas del tipo: “Eres cortita. Eres una sinvergüenza. Eres muy chula. No trabajas desde que terminó el Telecupón. Eres la mano que mece la cuna”. Y así, en el fragor de la batalla, la Esteban entró en acción, el director intervino para azuzar más si cabe y la mismísima Sor Ángela de la Cruz (alias Terelu) sentenció con deje andaluz: “Makoke, hija, a mí no me convences, y eso que eres amiga mía”. A perro flaco, todo son pulgas, dicen. Suerte, guapa. Te va a hacer falta.

21 octubre 2015

TINDER ACABÓ CON EL AMOR Y ´TCMS´ CON EL ´DELUXE´


Sábado. “Necesito airearme un poco. Este finde me planto ahí”. Dicho y hecho. C. y su macuto entraron por la puerta como un elefante en una cacharrería y con la ilusión de una novata. Al observarla detenidamente, entendí que lo de airearse era una necesidad de primer orden en este momento en el que se mueve entre libros y cortejos de biblioteca. Le hice los honores e improvisé una burger party a lo Alaska y Mario, pero con menos rosa y sin cámaras de televisión en el cogote. K. y A. se unieron a la causa y le hicieron un traje importante al sector masculino de la población. En mi propia cocina presencié la conversación de tres mujeres con poco en común a priori, y con historias sentimentales muy paralelas. Apuré los postres y di paso al primer gintonic de la noche. Las lenguas se soltaron y la barra libre derivó en confidencias, carcajadas y pocas conclusiones excepto lo jodido (con perdón) que está el mercado. Con la pestaña en su sitio, tiramos millas hacia el primer garito y bajamos los hidratos a ritmo de Ricky Martin.

Domingo. Cae en mis manos un artículo titulado “Cómo Tinder acabó con el amor” y recuerdo alguna frase suelta de la noche anterior. Recoge el texto varios testimonios de sociólogos, expertos en la materia y jóvenes que han tenido citas con desconocidos a través de una app. Las opiniones están divididas. Mientras unos apuntan que estas aplicaciones forman parte de una nueva manera de entablar relaciones personales en estos tiempos, hay quien está seguro de que no hace más que complicar la historia. “Nunca fue tan fácil ligar y nunca más difícil encontrar el amor verdadero. El exceso de oferta engancha a muchos en un bucle de ligoteo a la caza de la pareja ideal… que jamás llega”, concluye el artículo. Al final va a ser verdad que la tecnología se lo ha cargado todo. Siempre nos quedarán las letras de Alborán o los aparatos a pilas.

Lunes. Centrándome en relaciones al uso, leo por encima la ruptura/reconciliación/desmentido que corre esta semana por las televisiones. Hablo de Malú y Gonzalito Miró. Y ahora diréis, ¿y a quién le importa? Vale, pues es verdad, posiblemente a nadie, pero es lo que hay. El caso es que estos dos juegan al despiste desde el principio y eso da un poco de miga a algo que, en mi opinión, tiene menos futuro que las extensiones de Belén Esteban. La cantante y el eterno galán protagonizan una historia de amor sospechosa, rara y aburrida. Quizá porque ambos reúnen estas características, y ahí resida el secreto del flechazo. Con lo bien que estabas en palacio, Gonzalito de mi alma, haciendo las delicias de la duquesita. Snif, snif.

Martes. Después de darle muchas vueltas, ha llegado el momento: estreno compañera de piso. He movido Roma con Santiago, pero estoy satisfecho con la elección. Es cincuentona pero conserva la talla de antaño, su divorcio ha ocupado titulares en todo el mundo, es una amante de la moda y en otra vida ya nos hemos topado. El reencuentro ha resultado maravilloso y la convivencia va como la seda. Come poco, es limpita y a veces me quedo en trance al contemplar sus perfectos rasgos de transexual latina. Es Barbie y dormirá sobre mis libros de cabecera de hoy en adelante.

Miércoles. Los viernes Deluxe están en la cuerda floja y los responsables del entramado Sálvame echan los restos para sacar a flote el programa que lideró hasta hace bien poco. Podrían tirar de una Bordiú que cotiza a la baja y siempre adorna, o de una gran estrella que repase sus vivencias y ponga contra las cuerdas a alguna antigua compañera de profesión, pero no. Los telecinqueros tienen claro lo que vende, y se han puesto manos a la obra. De los creadores del supuesto cubanito con el que desfogó Lydia Lozano en un baño de La Habana, llega el primer novio de la Esteban, un tal Juan Carlos que estaba tranquilito en San Blas, y que los propios jefes de la rubia sacarán del barrio para sentarlo en el sillón de los horrores a cambio de parné, asegurándose así el belenazo y la resaca del lío de marras, máquina de la verdad incluida. En tiempos de guerra, cualquier trinchera es buena. Pues eso.

09 octubre 2015

DE CARRIE BRADSHAW A MILA XIMÉNEZ

Martes. Una semana después de campar a nuestras anchas en un cine de algún lugar indeterminado, C. y servidor tiramos de videoclub y de sofá para una sesión intensiva de cine. Como de dramón andamos sobrados, nos decantamos por Sexo en Nueva York versión película; la uno, la dos, y porque la tres aún no se ha parido, que si no también. Lo que esperábamos que fuese un paseíllo por las nubes encima de unos buenos Manolos, termina siendo una tragicomedia en la que, por aperecer, apareció hasta el espíritu de Penélope (el cuerpo también), en forma de cameo. Papeles de relleno aparte, la historia de las cuatro neoyorkinas llevada a la gran pantalla demuestra que más allá del lujo elevado a la máxima potencia, de la frivolidad con la que operan y de su particular visión del amor, el sexo y el éxito, todos y cada uno de los mensajes que lanzan, arañan el corazón y alertan al sistema. No se me ha ido la cabeza, vaya por delante, pero creo firmemente (que diría Susanna Griso) que cualquier ser humano con una experiencia vital entre mediocre y estándar, ha sufrido en sus carnes las inquietudes, los miedos y las decepciones que, envueltas en Vuittones maravillosos, padecen Carrie y sus amigas.

Miércoles. De un pelín menos de glamour se cubrió la Gran Vía madrileña anoche. Podría tratarse de un cumpleaños más de María Zurita, la única española que celebra los cuarenta varias veces al año, pero nada más lejos de la realidad. La protagonista de la noche no es otra que Mila Ximénez, esa señora que un día se hizo llamar de Santana y que, por obra y gracia de la crisis, nos regala cada tarde la mejor versión de sí misma. Mila tiene una verborrea que engancha, conecta con el espectador a golpe de escupir sin piedad al primero que pasa, y ha nacido con el don de darle la vuelta a la tortilla en beneficio propio cuando se le antoja. La sevillana puede pasar de llamarte cariño y ponerte ojitos, a declararte la guerra en cuestión de minutos y tacharte de perra judía porque le sale del mismísimo. Volviendo a la convocatoria, la Ximénez ejercía esta vez de imagen de una línea de cosméticos. Sí, sí, como os lo cuento. Como una Preysler más de la vida, Mila abrió y cerró el Museo Chicote para marcarse un flamenquito con su séquito de amigos, compis de plató y enemigos de ocasión. Por allí se dejaron ver Terelu y su caftán, Raquel Bollo (empresaria de moda), el Padre Ángel (una fiesta no es lo mismo sin él), y la mismísima Rociíto, Rocío Carrasco de un tiempo a esta parte. La hija de la más Grande se dio una ducha, y con lo puesto, se presentó en el photocall y estrujó a la gurú de la crema emocional (sic.). Envuelta en polémicas familiares, planeando una boda a la que no parece que asista ni el tato de su sangre, y devuelta al desempleo sin prestación como tantos, Rociíto se entregó a la juerga y dejó de lado el currículum televisivo de su nueva mejor amiga. La misma que ha protagonizado a media tarde recreaciones tan célebres como los gallos de Chayo, las bajas pasiones de Amador o la forma en que su hermano Josefer hacía de vientre sobre los visones de la Jurado. Ahora, que alguien me lo explique.

Jueves. No corre mejor suerte con los volantes la Pantoja, esa tonadillera que ya sólo canta en el patio de prisión y a la que se le presenta un horizonte más negro fuera que dentro de chirona. Coincidiendo con su tercer permiso penitenciario y cerca de obtener el tercer grado, Isabel prepara el pollo a la Pantoja con un percal familiar sin visos de mejora. Mientras su hijo dj. agoniza mediáticamente por los platós cubriéndose de gloria y con su última churri encinta, la pequeña Chabelita monta un circo y le crecen los enanos. Y no hablo de Sema, que terminará siendo el menos tóxico del clan pantojil, sino de la arequipeña que entra en escena en calidad de supuesta madre biológica de Andrea Celeste, María Isabel cuando pasó a manos de Pantoja. El tsunami peruano se ha convertido en un conflicto internacional y amenaza con arrasar Cantora dejando varios cadáveres por el camino. Lo de Falcon Crest era cosa de niños, creedme.

06 octubre 2015

ÚLTIMO VERANO DE JUVENTUD


Viernes. “Último verano de juventud”. Así titula Jorgejá su segunda novela (¿?), y así se explaya uno en las fiestas patronales por si resulta ser ídem. El último verano de J.J. me lo zampo de cabo a rabo, la segunda entrega de una historia autobiográfica con pinceladas de ficción, que no termina de convencer a la crítica, pero que tiene su punto. La incursión del rey del cortijo en artes varias, va más allá de firmar un libro de vivencias, pasados oscuros y viejos éxitos que cualquier vedette de cuarta publica justo después de caer en el olvido del último españolito de a pie. Lo de Vázquez lo catalogan algunos expertos como un exceso de ego, lo que viene siendo un porrón de complejos que uno intenta minimizar al compartirlos y fomentar la risotada en torno a ellos. Una contradicción pura y dura, que cobra sentido cuando avanzas capítulos y empatizas con su forma de vivir la noche, sus limitaciones para establecer relaciones personales y su particular infierno cuando se apagan los focos. Dos libros, una escuela de canto, un taller de presentadores y una obra de teatro protagonizada por él mismo que ya gira por España al rebufo de Rosa Benito y su polluela. Se hace el silencio y mi madre sentencia: “A otros les da por abrir discotecas”. Amén.

Sábado. Del chute novelesco me traslado al patio de butacas de un cine de las afueras. Convenzo con malas artes a C. para que me acompañe a ver “ma ma”, lo último de Penélope Cruz en estas tierras. Después de seis años alejada del cine español, la niña mimada de Almodóvar lo da todo a las órdenes de Julio Medem a la espera de que el público se rinda a sus pies. De momento, C. y yo somos los únicos que habitamos la sala, así que mascamos chucherías a dos carrillos, compartimos impresiones en voz alta y colocamos las piernas en alto. El drama de Medem arranca con fuerza, como el de Jorge, pero pierde fuelle a medida que las escenas se van sucediendo, dejándote un sabor de boca amargo y la frustración de no haber sido capaz de agarrar el kleenex en ningún momento de la película. Podría echarle el camión de la basura a Pe, pero qué necesidad. Su capacidad para emocionar es tan sospechosa como su romance con aquel bigardo de la cienciología.

Domingo. Ejerzo de anfitrión y preparo la cena para A. Le hago los honores a la invitada y hasta enciendo una vela aromática al lado de la pizza congelada y la ensalada de bolsa. Dios no me ha llevado por el caminito de la buena cocina, pero A. me aprecia y se deshace en elogios sobre mi destreza con el resto de tareas domésticas. Terminados los postres y con los platos a remojo, decidimos pasar por boxes y lanzarnos a las calles. Con las dos camas vacías de María Jiménez de fondo, A. pronuncia unas palabras desoladoras frente al espejo de mano: “Me veo fea, vieja y con cara de pobre”. Trago saliva y no me pronuncio, pero ella se consuela sola: “No hay nada que no solucione un buen tacón”. Y así fue, como en los viejos tiempos.

Lunes. Me muevo entre resacas, prensa atrasada y cambio de armario. No soy yo de esos que bajan al trastero las hawaianas y suben los plumas, pero me hace ilusión tirar el armario abajo a dos manos y redoblar una a una las prendas de invierno. Un toc como otro cualquiera con el que convivo sin problemas y que me mantiene ocupado toda la tarde. Para hacerlo más ameno, tiro de Google y me empapo alguna actuación de Tu Cara Me Suena. El formato que arrasa los viernes y que mantiene en vilo a los Paquirrines y Chabelitas de enfrente, cuenta con Falete en sus filas. Más allá de caballitos de mar, uñas de porcelana y actores de cine para adultos, he de recalcar que Falete es un artista de primera fila, y que confío en que su carrera retorne en lo que se merece, volver a ser lo que quizá nunca se ha creído ni él mismo; un grande.