Tras un largo puente lejos de Madrid, del ruido, del
trabajo, del metro, la rutina, Gallardón y el caniche del tercero izquierda,
parto otra vez hacia la capital. Tengo por delante seis horas de autobús. Viajo
en turista y creo que esta vez en su máxima expresión, turista en
mayúsculas. No tengo reposabrazos,
wi-fi, ni mucho menos azafata que me ofrezca unos pistachos. Por tener, no
tengo ni retrete. Al menos el asiento de al lado está libre para depositar
todos mis bártulos o para echarme una siesta sin miedo a caer en el hombro de
un desconocido, y eso es mejor que el reposabrazos, el wi-fi, los pistachos y
hasta el retrete. Un lujo, vamos. Después de meterme un montón de cafeína en
vena, descarto la posibilidad de la siesta, así que preparo otras alternativas.
Con Sherlock Holmes como banda sonora de mi periplo, me dispongo a leer. Alterno los periódicos con
Zafón, y cuando hago la parada de rigor a repostar (el bus y yo, los dos), me
tiro de cabeza a por un par de revistas y una bolsa de Facundo. En el bar de
carretera no hay demasiada oferta; en un momento de flaqueza tengo en mis manos
la revista de Ana Rosa, hasta que me
siento observado y la suelto con pudor. Ya otra vez en marcha, comienzo a
escribir. No tengo cuaderno ni portátil, pero tomo unas notas en el reverso del
billete con un boli prestado y lo intento desarrollar en el iPad. Es engorroso, pero quiero aprovechar mi minuto, como dicen los royals, de
inspiración, y compartir este viaje como si de un egoblog se tratara. No estoy
dando la vuelta al mundo, ni siquiera soy Ana Frank, pero como diría Rosa
Benito enfundada en un bikini con tufo a moho: "éste es mi momento".
Mientras hago parones en mi ardua tarea de teclear sin teclado, echo un vistazo
a mis revistas nuevas. Destaco como estrellas de la semana a dos féminas
que compiten en pedruscos y soberbia, la ex de Bono y una de sus supuestas
bonificadas, Marina Danko. Ambas son
igual de coñazo, pero si tengo que elegir a una, me quedo con Ana, bonificada
oficial. Danko me resulta cansina vomitando cada semana sus miserias, que no lo
son tanto, y paseándose por delante de La Sorbona parisina, carpeta en mano y
primo piloto roneándola, emulando a cualquier estudiante en edad de merecer.
Ana Rodríguez no tiene mucho más que decir al mundo, pero sin embargo estrena
dúplex y presume de corazón contento mientras se reserva el nombre del susodicho para
próximas ediciones. Bien hecho, tantos años compartiendo lecho con Pepe enseñan
a dilatar los bonos. En las siguientes páginas, la rubia vuelve a aparecer en
diferente contexto, esta vez relajada tomándose una copa con Eugenia. ¡Qué
sería de la industria joyera sin ellas! La duquesita se ríe a carcajadas
mientras balbucea como puede que el tonteo es una de las cosas en las que ocupa
su tiempo últimamente, aparte de sus lares como pseudodiseñadora. En este preciso
instante intuyo que lo que se está fumando es un pitillo de la risa tonta. Eso
sí que es ser hippie. Lo más estremecedor está por llegar. El posado de Laura
Sánchez y su nuevo maromo ayuda a completar la sección de chascarrillos. No me
queda claro qué anuncian, pero se me van los ojos hacia una foto en concreto.
La modelo aparece sola, hasta aquí todo normal. De repente, una mano fornida la
agarra. Ni rastro del novio. Una vez más, el Photoshop juega una mala pasada.
Me pregunto si ninguno de los innumerables discípulos de Sánchez Junco que
presiden la publicación, se percata del error. Parece ser que no. Después de
observar con tedio el misterio de las tres manos, me comienzo a agobiar, echo
de menos el reposabrazos, el wi-fi, los pistachos… y el retrete. Cierro con
garra la revista. Qué horror, Cerezuela ocupa la contraportada promocionando
joyas espantosas. Un momento... No estoy seguro si es Carolina o su madre.
Busco el crédito y no lo encuentro. ¡Mierda! Uy, perdón. Estoy al borde del delirio, es hora de abrir los
Chaskis de Facundo y soñar con mi próximo viaje, que será muy pronto.
Con suerte, tendré reposabrazos, wi-fi, pistachos,
retrete y un maravilloso paisaje donde pondré mi corazón mirando al sur. Me
duermo feliz y sin miedo a desfallecer en hombro ajeno. Hasta aquí, mi
aventura. Mañana más.
Hola Alvaro. Que me meo de la risa contigo. Perdona por la expresión pero despues de leer tu post de hoy es que no puedo de parar de reirme.
ResponderEliminarEres la pera. Muy sutil pero dando jajajaj. Por lo menos te tomas con humor el coñazo de viaje. Me encanta como escribes. Muchas gracias Salao. Un Saludo.
http://jorgezapatero.blogs.elle.es
Alvaro ¡¡bienvenido después del puente¡¡ eres genial, con tu fina ironía... Bss (el próximo viaje en clase VIP (aunque igual no te dejan comer Chaskis, que también tiene su punto, jajaja)
ResponderEliminarGracias!!! Un beso.
ResponderEliminar¡Pero qué me cuentas, el H ha publicado una foto con tres manos! Qué será lo próximo, la portada de Interviú sin retoque.
ResponderEliminarQué le ocurre a Marina Danko que está tan zen, se ha ido de retiro al Tibet, aunque ahora que lo pienso, desde que las piedras empezaron a hablarle está así.
Lo dejo ya que estas cosas me encantan y podría seguir hasta mañana.
De nuevo ¡enhorabuena porque escribes muy bien!
Saludos Ana.
Mil gracias Ana!! Un beso!
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